Lugares Olvidados por el Turismo: Destinos Misteriosos que Merecen Ser Descubiertos

Publicado el 15 de mayo de 2025, 7:16
Ochate, Condado de Treviño

El turismo suele concentrarse en los destinos más famosos, dejando otros lugares llenos de historia, belleza y misterio en la sombra. Si buscas explorar rincones únicos y alejados de las multitudes, aquí te presentamos algunos destinos olvidados que merecen tu atención.


Ochate, Condado de Treviño

Ochate, Condado de Treviño

Situación Geográfica e Historia

Ochate se encuentra en el Condado de Treviño, dentro de la provincia de Burgos, en la comunidad autónoma de Castilla y León, España. A pesar de pertenecer administrativamente a Burgos, está geográficamente rodeado por la provincia de Álava, formando parte del llamado Enclave de Treviño.

El despoblado está situado entre las localidades de Imiruri y Ajarte, y el núcleo habitado más cercano es Imiruri. Se localiza aproximadamente a 20 kilómetros de Vitoria-Gasteiz y a 33 kilómetros de Miranda de Ebro. Para llegar a Ochate, es necesario recorrer un camino de tierra a pie, ya que no cuenta con acceso directo por carretera.

Su entorno es característico de la Meseta Norte, con colinas suaves, vegetación baja y clima continental. En sus alrededores, se pueden encontrar ruinas de antiguas edificaciones, lo que refuerza su aire de misterio y abandono.

Ruinas de Ochate

El origen del mal: Ochate y sus sombras

Su nombre, según algunas interpretaciones del euskera, podría significar “puerta secreta” o “puerta del frío”, como si desde su origen ya insinuara un umbral hacia lo invisible.

Pero fue en el siglo XIX cuando el pueblo pareció abrirse a algo más oscuro. Entre 1860 y 1870, tres epidemias consecutivas—viruela, tifus y cólera—arrasaron Ochate sin tocar a los pueblos vecinos. La viruela llegó en 1860, el tifus en 1864, y el cólera en 1870. Esta secuencia inexplicable alimentó la idea de una maldición, de un mal que elegía con precisión quirúrgica.

Desde entonces, Ochate dejó de ser un pueblo y se convirtió en un susurro. Las ruinas de la iglesia de San Miguel, la torre que aún se alza entre la niebla, y los caminos que solo se recorren a pie, refuerzan su aura de enclave maldito. Algunos lo llaman “el pueblo maldito de Burgos”, otros lo recuerdan como “los Diablos de Ochate”, aunque ese nombre no aparece en documentos medievales. Es más bien una invención moderna, un eco que resuena entre los muros rotos y las leyendas.

Visitar Ochate no es hacer turismo. Es cruzar una puerta que no siempre se abre, y escuchar lo que el silencio tiene que decir.

Torre de San Miguel, Ochate

Visitar Ochate: cruzar la puerta secreta

Llegar a Ochate no es sencillo, y quizá por eso sigue siendo lo que es: un susurro entre montes, una ruina que no se deja encontrar sin esfuerzo. No hay señales, ni rutas oficiales, ni caminos asfaltados. Solo una pista de tierra que parte desde el pequeño pueblo de Imíruri, en el Condado de Treviño, y que serpentea durante dos kilómetros hasta las ruinas.

El coche se queda atrás. El móvil pierde cobertura. El silencio empieza a hablar.

Quienes se acercan lo hacen a pie, con buen calzado, agua, y respeto. No hay servicios, ni bancos, ni papeleras. Solo viento, piedra y memoria. Se recomienda ir en grupo, evitar la noche, y caminar sin prisa. No es un lugar para selfies ni para gritos: Ochate se visita con los oídos abiertos y el alma en calma.

La iglesia de San Miguel aún se alza, como si vigilara el paso del tiempo. Los restos de viviendas susurran historias que nadie escribió. Y el paisaje, entre monte bajo y cielo cambiante, invita a quedarse un rato más.

Quizá el mejor ritual sea el silencio. Caminar sin hablar, dejar una piedra como ofrenda, escribir una reflexión al volver. Porque Ochate no es solo un destino: es una puerta. Y cruzarla, aunque sea por un instante, transforma.


Escó, Zaragoza

Escó, Zaragoza

Escó es un pueblo semiabandonado en Zaragoza, marcado por el embalse de Yesa que arruinó sus tierras fértiles en los años 60. Hoy resiste con apenas tres habitantes y una asociación que lucha por recuperar su memoria.

Escó: el pueblo que el agua quiso borrar

En el límite entre Zaragoza y Navarra, abrazado por las estribaciones de los Pirineos, se alza Escó. O lo que queda de él. Este pueblo medieval, con castillo y calles en forma de media luna, fue expropiado en los años 60 por la construcción del embalse de Yesa. Las aguas no lo cubrieron del todo, pero sí ahogaron sus tierras fértiles, condenando a sus habitantes al éxodo.

Antes del abandono, Escó era un enclave autosuficiente: cultivaba alubias, patatas, tomates y cereales; criaba ovejas, cabras, vacas y cerdos; tenía panadería, tienda, bares y hasta luz eléctrica desde antes de la guerra. Pero el embalse lo sentenció. En 1975, la mayoría de sus 260 habitantes se marcharon. Hoy solo quedan tres pastores que resisten en la única casa habitable.

Escó, Zaragoza

Memoria y resistencia

La historia de Escó se remonta a la Edad del Bronce, con hallazgos arqueológicos de épocas celta y romana.. Fue habitado por jacetanos, vascones y suessetanos celtas, pasó por manos romanas y entró en el reino de Pamplona en el siglo X. En la Edad Media, Pedro II de Aragón ordenó construir su castillo.

A lo largo de los siglos, Escó mantuvo una población estable, dedicada principalmente a la agricultura y la ganadería. Sin embargo, su destino cambió drásticamente en el siglo XX.

En la década de 1960, el pueblo fue expropiado para la construcción del embalse de Yesa, lo que provocó la inundación de sus tierras más fértiles. La pérdida de recursos agrícolas obligó a los habitantes a marcharse, dejando el pueblo prácticamente deshabitado. Aunque algunas edificaciones permanecen en pie, la mayoría están en ruinas.

Hoy en día, solo tres personas viven en Escó de manera permanente, dedicadas a la ganadería. A pesar de su estado de abandono, el pueblo sigue atrayendo a viajeros curiosos y amantes de los lugares olvidados.

Hoy, su historia  se mantiene viva gracias a la Asociación Pro Reconstrucción de Escó, que lucha por preservar su patrimonio inmaterial: la ermita de la Virgen de las Viñas, las tradiciones, los relatos orales

Escó, Zaragoza

Visitar Escó: entre ruinas y esperanza

Escó no es un destino turístico al uso. Es parte del Camino de Santiago, pero no tiene servicios ni señalización. Se accede desde la carretera N-240, cerca de Yesa, y se recomienda ir en coche hasta las inmediaciones y caminar entre sus calles fantasmales. Las ruinas de la iglesia románica de San Miguel y la ermita reconstruida son los principales puntos de interés.

No hay cobertura constante ni comodidades. Pero hay silencio, historia, y una belleza apocalíptica que invita a la reflexión. Visitar Escó es un acto de escucha: a las piedras, al viento, y a quienes aún creen que la memoria puede reconstruirse.


La Musara, Tarragona

La Mussara, Tarragona

La Mussara fue abandonada por causas históricas como la plaga de filoxera, la Guerra Civil y el aislamiento rural, pero su fama de “maldita” proviene de leyendas modernas sobre desapariciones y una piedra que actuaría como portal a otra dimensión.

Historia real de La Mussara

La Mussara aparece documentada por primera vez en 1173, durante la ocupación musulmana de la zona. El nombre podría derivar del árabe musara, que significa “llanura”. En el siglo XIX, el pueblo alcanzó su máximo esplendor con más de 300 habitantes, una escuela, dos tabernas y varias masías. Sin embargo, la plaga de filoxera arrasó los viñedos, principal sustento económico, y comenzó el declive.

Durante la Guerra Civil, muchos habitantes se marcharon, y en los años 60 el pueblo quedó completamente abandonado. La mala calidad de la tierra, la falta de agua y el aislamiento geográfico contribuyeron al éxodo

La Mussara, Tarragona

El origen de la “maldición”: cuando el pueblo se volvió niebla

La Mussara no fue maldita por decreto ni por tragedia puntual. Su abandono fue lento, casi imperceptible, como si el pueblo se deshiciera en sus propios silencios. Primero llegó la filoxera, que arrasó los viñedos y dejó la tierra sin sustento. Luego, la Guerra Civil quebró vínculos, y el aislamiento rural hizo el resto. En los años 50, los últimos habitantes se marcharon. Pero el pueblo no murió: se desvaneció.

Y en ese desvanecimiento nació la leyenda.

La niebla empezó a cubrirlo con una frecuencia inquietante, como si quisiera borrar sus contornos. Los excursionistas hablaban de ruidos sin origen, brújulas que giraban solas, sombras que se movían entre las ruinas. Algunos decían haber sentido pérdida de tiempo, como si el reloj se detuviera o se adelantara sin lógica. Otros aseguraban haber visto luces flotantes o haber sentido que alguien los observaba.

La Mussara, Tarragona

Pero la historia que más ha calado es la de la “Piedra de La Mussara”, una roca sin señalizar que, según la leyenda, actúa como portal a otra dimensión. Se dice que quien la pisa desaparece, transportado a un lugar llamado “Villa del Seis”, un espacio paralelo donde el tiempo y la lógica no funcionan igual. Nadie ha demostrado su existencia, pero muchos la han buscado. Y algunos aseguran haber vuelto distintos.

La maldición de La Mussara no es una condena. Es una invitación. A perderse, a escuchar lo que no se dice, a cruzar umbrales invisibles. Porque hay lugares que no se explican: se sienten. Y La Mussara, entre niebla y piedra, es uno de ellos.

La Mussara, Tarragona

Cómo visitar La Mussara

Ubicación y acceso

  • La Mussara está en la comarca del Baix Camp, dentro de la Sierra de Prades, en Tarragona.

  • El pueblo pertenece al municipio de Vilaplana, desde donde parten las rutas más habituales.

  • Se puede llegar en coche hasta Vilaplana y desde allí iniciar la caminata por senderos señalizados como el PR-C 20 o el Camí de les Tosques.

Ruta recomendada

  • Desde Vilaplana, el recorrido hasta La Mussara es de unos 4 km (ida), con desnivel moderado.

  • El camino atraviesa bosques de pinos y encinas, con vistas espectaculares sobre el Camp de Tarragona.

  • En días de niebla, la atmósfera se vuelve especialmente misteriosa, pero también puede dificultar la orientación.

Recomendaciones

  • Lleva buen calzado, agua, y ropa adecuada para montaña.

  • Evita ir solo, especialmente si hay niebla o si no conoces la zona.

  • No hay cobertura constante ni servicios en el pueblo: no hay bares, tiendas ni baños.

  • Respeta las ruinas y no te lleves piedras ni objetos del lugar.

Qué ver 

  • Iglesia de Sant Salvador: sin tejado, con campanario de 1859 y huellas góticas.

  • Xalet de les Airasses: antiguo refugio de excursionistas, hoy punto de descanso.

  • La “piedra portal”: no señalizada, pero buscada por quienes creen en la leyenda de la “Villa del Seis”.

  • Miradores naturales: vistas sobre el Camp de Tarragona y el Mediterráneo en días despejados.

Visitar La Mussara es más que una excursión: es una experiencia de inmersión en lo invisible. Cada paso entre sus ruinas es una conversación con el pasado, y cada ráfaga de niebla, una invitación a perderse para encontrarse.


Muro de Bellós, Huesca

Muro de Bellós, Huesca

Muro de Bellós es un despoblado situado en la provincia de Huesca, en la comunidad autónoma de Aragón, España. Se encuentra en el municipio de Puértolas, en la entrada meridional del valle de Añisclo, cerca de la confluencia de los ríos Bellós y Cinca. Su ubicación elevada ofrece vistas espectaculares de los Pirineos centrales.

Historia de Muro de Bellós

Este pueblo tiene una historia que se remonta a la Edad Media, cuando se estableció como un pequeño núcleo defensivo. Su nombre proviene de su estructura fortificada, típica de los asentamientos pirenaicos. Durante siglos, sus habitantes se dedicaron a la agricultura y la ganadería, cultivando trigo, cebada y avena, además de criar ovejas y cabras.

En el siglo XIX, Muro de Bellós formó parte del arquedianato de los Valles del Sobrarbe y llegó a contar con ocho casas organizadas alrededor de una plaza central. Su iglesia, dedicada a Santa María, es uno de los pocos restos arquitectónicos que aún se conservan.

Razón del abandono

El pueblo comenzó a despoblarse en el siglo XX debido a la dificultad de acceso, la falta de recursos y la mecanización del campo, que hacía inviable la agricultura en terrenos montañosos. Sus habitantes emigraron principalmente a Barcelona, Escalona y Barbastro, buscando mejores oportunidades. A finales de los años 80, los últimos residentes abandonaron el lugar definitivamente.

Alojamiento cercano

Para quienes desean explorar Muro de Bellós, la mejor opción de alojamiento se encuentra en Escalona, a pocos kilómetros de distancia. También se pueden encontrar hoteles y casas rurales en Aínsa, un hermoso pueblo medieval con una gran oferta turística.

Muro de Bellós, Huesca

El cine como catalizador del misterio

La película Bajo la piel del lobo (2017), protagonizada por Mario Casas, y Armugán (2019), ambas ambientadas en el Pirineo aragonés, utilizaron Muro de Bellós como escenario por su estética de aislamiento y crudeza emocional. Para los rodajes se acondicionó la pista de acceso, lo que permitió que más visitantes descubrieran el pueblo.

Aunque no hay leyendas de fantasmas ni piedras mágicas, el pueblo invita a la introspección. Su abandono reciente, sus fiestas que aún resuenan en la memoria oral, y su arquitectura intacta lo convierten en un espacio ideal para explorar el misterio de lo cotidiano: ¿Qué queda cuando todo se va?

Cómo visitar Muro de Bellós

  • Se accede desde Escalona, por una pista forestal que puede recorrerse a pie, en bicicleta o en coche si el terreno lo permite.

  • No hay servicios ni señalización oficial: lleva agua, buen calzado y mapa offline.

  • El pueblo conserva los restos de la iglesia de Santa María, la plaza central y varias viviendas en ruinas.

  • Las vistas sobre el Pirineo son espectaculares, y el silencio es absoluto.

Visitar Muro de Bellós es asomarse a un balcón del tiempo. Es caminar entre piedras que aún recuerdan fiestas, cosechas, y bailes al son del violín. Es escuchar lo que el Pirineo susurra cuando nadie lo interrumpe.


Marmellar, Tarragona

Marmellar, Tarragona

Marmellar, en Tarragona, es uno de los pueblos abandonados más inquietantes de España. Su historia milenaria se mezcla con leyendas oscuras, crímenes sin resolver y símbolos satánicos que han convertido sus ruinas en un enclave de misterio.

Situado en el municipio de El Montmell, en la comarca del Baix Penedès, Marmellar fue habitado desde al menos el siglo XI. En 1717 contaba con 65 habitantes, y llegó a tener escuela, hostal, taberna y sala de baile. Pero su aislamiento, la falta de agua corriente y electricidad, y el declive agrícola provocaron su despoblación progresiva. En los años 70, tras un incendio que arrasó los bosques cercanos, el pueblo quedó completamente abandonado

Sitios en los alrededores para alojarse

Para quienes desean explorar Marmellar, las mejores opciones de alojamiento se encuentran en localidades cercanas como Sant Jaume dels Domenys y El Montmell, donde hay casas rurales y pequeños hoteles. También se puede optar por alojarse en Tarragona, que ofrece una mayor variedad de alojamientos y está a aproximadamente una hora en coche.

Marmellar, Tarragona

Motivo del abandono

El aislamiento geográfico y la falta de recursos fueron las principales razones por las que Marmellar quedó deshabitado. La ausencia de carreteras y servicios básicos hizo que la vida en el pueblo fuera cada vez más difícil, lo que llevó a sus habitantes a emigrar a localidades más prósperas. Con el tiempo, la vegetación comenzó a invadir las ruinas, convirtiéndolo en un pueblo fantasma.

El misterio que lo envuelve

Marmellar ha adquirido una reputación misteriosa debido a los sucesos ocurridos en sus ruinas. Se han reportado rituales esotéricos, sesiones de espiritismo y grabaciones de psicofonías en la antigua iglesia del pueblo. Además, en 1993, unos excursionistas encontraron el cadáver carbonizado de una mujer en las ruinas de la iglesia, lo que generó especulaciones sobre prácticas ocultas en el lugar. Tres años después, en 1996, apareció otro cadáver en las inmediaciones del pueblo, aumentando su leyenda negra.

El cementerio de Marmellar también contribuye a su aura inquietante, ya que sus nichos están vacíos y abiertos, con inscripciones y símbolos relacionados con la muerte. Las ruinas del pueblo han sido objeto de exploraciones paranormales, y muchos visitantes afirman haber sentido presencias extrañas y cambios bruscos de temperatura.

Marmellar, Tarragona

Marmellar: entre crimen real y leyenda oscura

Los dos asesinatos ocurridos en los años 90—uno en la iglesia y otro en las cercanías—marcaron a Marmellar como un enclave maldito. Pero con el paso del tiempo, el vacío y el silencio han dado paso a una mitología inquietante que mezcla hechos con fantasía.

Fenómenos y rumores

  • Luces extrañas que flotan entre las ruinas, especialmente cerca de la iglesia de Sant Miquel.

  • Procesiones nocturnas de personas con capuchas negras, vistos por vecinos de urbanizaciones cercanas.

  • Un hombre armado con perro que insulta a los visitantes, según testimonios de exploradores urbanos.

  • Fotografías quemadas y rotas encontradas en el suelo, con rostros desconocidos posando ante las ruinas.

  • Cruces pintadas con sangre (según algunos testigos), junto a símbolos como pentagramas y el número 666 invertido.

  • Sensación térmica de frío intenso, incluso en verano, que muchos relacionan con presencias invisibles.

La “dama blanca” de Marmellar

Una de las leyendas más persistentes es la de una figura femenina vestida de blanco que se aparece en el cementerio. Algunos la vinculan con la joven asesinada en 1993, otros con una antigua habitante del pueblo. Se dice que vaga entre los nichos vacíos, que mira sin rostro, y que desaparece cuando se le intenta fotografiar.

¿Realidad o sugestión?

No hay pruebas concluyentes de fenómenos paranormales en Marmellar. Pero el conjunto de sucesos, el abandono, los símbolos, y el silencio han creado un caldo de cultivo perfecto para el misterio. Hoy, el pueblo es visitado por curiosos, investigadores del esoterismo y amantes del ocultismo que buscan respuestas… o simplemente emociones.

Visitar Marmellar es entrar en un espacio donde la historia se mezcla con el mito. Y donde cada piedra parece guardar un secreto que nadie ha querido contar.

Marmellar, Tarragona

Cómo visitar Marmellar: ruta, acceso y seguridad

Punto de partida

  • Inicio: Calle Aldea de Vallflor, urbanización La Talaia Mediterrània (El Montmell, Baix Penedès).

  • Acceso en coche: Desde Sant Jaume dels Domenys, tomar la carretera TP-2442 hacia Aiguaviva. Antes de llegar a la urbanización, hay campos de viñedos donde se puede aparcar.

Ruta recomendada

  • Distancia: 4,4 km (ida y vuelta).

  • Duración: 2 horas aproximadamente, dependiendo del tiempo de exploración.

  • Tipo de ruta: Semicircular, por pista forestal y sendero pedregoso.

  • Dificultad: Fácil, apta para caminantes con condición física básica.

Qué encontrarás

  • Iglesia de Sant Miquel: sin tejado, con restos de pinturas y símbolos.

  • Cementerio: nichos vacíos, algunos con velas y pintadas.

  • Ruinas de viviendas: estructuras inestables, algunas con agujeros en el suelo.

  • Masía La Moja: punto intermedio del camino, con fuente y árboles plataneros.

Seguridad y recomendaciones

  • Evita subir al campanario: riesgo de derrumbe.

  • No entres en estructuras inestables: algunas casas tienen techos caídos y suelos con agujeros.

  • No hay cobertura móvil constante: lleva mapa offline o GPS.

  • No hay servicios: lleva agua, comida ligera y calzado adecuado.

  • No se recomienda visitar de noche: por seguridad y por el ambiente inquietante del lugar.

  • Si vas con niños: extrema la precaución en las ruinas.

Aunque el lugar tiene fama de misterioso, no hay peligro real si se visita con respeto, durante el día y evitando zonas peligrosas. La ruta es tranquila, rodeada de bosque, y ofrece una experiencia emocional más que física.


Recorrer los pueblos abandonados de España no es solo una travesía geográfica, sino emocional. Desde la maldición invisible de Ochate hasta la niebla que disuelve La Mussara, pasando por las ruinas de Escó, el aislamiento de Muro de Bellós y el eco oscuro de Marmellar, cada enclave nos susurra algo distinto.

No hay guías oficiales ni rutas marcadas para estos lugares. Solo intuición, respeto y escucha. Porque en cada piedra caída, en cada iglesia sin tejado, en cada camino que se pierde entre encinas, hay una historia que no se cuenta, pero se siente.

Estos pueblos no están muertos. Están esperando. A que alguien los mire sin prisa, los camine sin ruido, y los recuerde sin miedo.

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